Barcelona lanza su nuevo Plan de Drogas y Adicciones 2025-2028: ¿qué implica para el ámbito cannábico?

Barcelona acaba de presentar el nuevo Plan de Acción sobre Drogas y Adicciones 2025-2028 (PADAB), una estrategia que marca el rumbo de la ciudad en materia de salud pública, consumo responsable y reducción de daños. Este plan, el undécimo desde 1987, nace con la intención de construir una ciudad más saludable, equitativa y con menos desigualdades. Pero, ¿qué significa esto para quienes nos encontramos en torno al cannabis y los clubes sociales?

El PADAB 2025-2028 propone cerca de 150 objetivos que se desplegarán a lo largo de los próximos cuatro años. La propuesta se articula en cinco grandes ejes: prevención, reducción de daños, atención y tratamiento, equidad de acceso y participación comunitaria. Todo ello con una clara perspectiva de género e interseccionalidad, intentando llegar a todos los grupos de población y reducir el estigma asociado al consumo.

Desde la mirada cannábica, el plan despierta sentimientos encontrados. Por un lado, es positivo que Barcelona siga apostando por políticas de reducción de riesgos, una visión mucho más moderna y humana que la criminalización. Este enfoque abre la puerta a que los clubes sociales de cannabis y las entidades comunitarias puedan ser vistos como espacios de prevención, información y acompañamiento, en lugar de problemas a controlar.

El propio Ayuntamiento reconoce que la prevención comunitaria y la colaboración con agentes sociales serán esenciales para el éxito del plan. Eso podría traducirse en nuevas oportunidades de diálogo y cooperación entre el ámbito institucional y el cannábico, especialmente si demostramos nuestro compromiso con la salud pública, la transparencia y el consumo responsable.

Sin embargo, no todo son buenas noticias. El documento también plantea la necesidad de reducir las oportunidades de consumo, lo que podría derivar en políticas más estrictas hacia los espacios donde se consume cannabis, aunque sea de forma privada y regulada. Esta idea, que busca limitar la accesibilidad a sustancias, podría afectar indirectamente a clubes y asociaciones si se interpreta de forma restrictiva.

Otro punto a tener en cuenta es que el plan prioriza el control ambiental, la fiscalización de la venta y la publicidad de drogas. Aunque no menciona directamente al cannabis, es probable que los clubes sociales deban reforzar su cumplimiento normativo, actualizar protocolos y cuidar especialmente la imagen pública del sector para no ser confundidos con la venta ilegal.

El calendario de acción es claro: el plan se aplicará hasta 2028, y las medidas se implementarán de forma gradual. Algunas, como el control de accesibilidad o las campañas de prevención, podrían activarse pronto; otras, como el fortalecimiento de redes comunitarias y la integración de actores sociales, tomarán más tiempo. Esto deja margen para que los clubes y asociaciones se organizan, se adapten y se hagan visibles como aliados en materia de salud y reducción de riesgos.

En este nuevo escenario, resulta clave que el movimiento cannábico barcelonés se mantenga proactivo. Reforzar la educación interna, promover buenas prácticas y participar en espacios de diálogo puede ser determinante. Demostrar que los clubes no son puntos de riesgo, sino entidades comprometidas con la salud, la cultura y la convivencia, puede marcar la diferencia en cómo se nos percibe desde las instituciones.

El PADAB 2025-2028 nos plantea un reto y una oportunidad. Un reto, porque la regulación del cannabis sigue siendo ambigua y los controles pueden endurecerse. Pero también una oportunidad, porque la ciudad reconoce que la reducción de daños y la participación comunitaria son esenciales para avanzar. Si el mundo cannábico logra integrarse en esta visión, podremos consolidar nuestro papel como actores responsables dentro del tejido social y sanitario de Barcelona.

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