Asia no es solo otro punto en el mapa: es el origen mismo de la planta de marihuana. Durante milenios, el cáñamo se cultivó en países como China, India, Afganistán o Nepal, primero con fines textiles y medicinales y, más tarde, por sus propiedades psicoactivas. Muchas de las variedades legendarias que hoy conocemos como “landraces” (cepas puras y sin hibridar) provienen de esta región, y todavía sirven como base genética para la mayoría de los híbridos modernos.
Un viaje a través de la historia del cannabis
China fue el primer territorio donde se documentó el cultivo de cáñamo, hace más de 5.000 años. Su uso medicinal aparece en textos clásicos como el Shennong Ben Cao Jing.
La India convirtió el cannabis en parte de su tradición espiritual: el bhang y el charas se utilizan en festivales religiosos y rituales sagrados.
Afganistán y Pakistán, especialmente en la región de Hindu Kush, dieron origen a genéticas índicas resistentes y compactas, ideales para climas de montaña.
Rasgos típicos de las genéticas de cannabis asiáticas
Índicas afganas y pakistaníes: plantas bajas, hojas anchas, floración rápida y altos niveles de resina. Son la base de clásicos como Kush y Hash Plant.
Sativas del sudeste asiático: delgadas, con sabores especiados, afrutados o florales, y efectos muy cerebrales y eufóricos.
Híbridos naturales: en mercados y rutas antiguas, como la Ruta de la Seda, estas cepas ya se mezclaban, dando lugar a variedades únicas que los criadores actuales aún utilizan para desarrollar nuevas genéticas.
Top 3 genéticas asiáticas legendarias
1. Hindu Kush (Afganistán/Pakistán): Índica pura, famosa por su potencia relajante y su aroma terroso.
2. Thai (Tailandia): Sativa tropical con sabores dulces y efecto estimulante prolongado.
3. Malana Cream (India): Variedad del Himalaya conocida por producir uno de los hachises más valorados del mundo.